Por: César Martín Peñaranda, Economista.
Hace unas semanas, apuntamos a las reformas LITE (laboral, inversión, tributaria y del Estado) como prioritarias en la agenda del próximo Gobierno, que permita dinamizar el crecimiento potencial vía competitividad. En un contexto de fuerte menoscabo fiscal, con ingentes demandas sociales, pocas tan notables como la reforma tributaria. Señala Fukuyama que “no se puede ser país de primer mundo con un Estado del tercer mundo”. Difícil revertirlo con un sistema tributario que no cumple a cabalidad con los principios de neutralidad, equidad y eficiencia. La reforma descansa en tres pilares.
El primer pilar, la ampliación de la base tributaria, es elemento neurálgico en las propuestas del mundo desarrollado, por ejemplo en las coordinaciones de política de la Comisión Europea y lo fue en las propuestas Simpson/Bowles en Estados Unidos, diseñadas para combatir el estancamiento secular y el deterioro fiscal. En el Perú proponemos cinco medidas.
Primero, ampliar la base del Impuesto a la Renta personal, sin afectar su progresividad, disminuyendo gradualmente la deducción de 7 UIT, vis a vis con la tasa marginal mínima, además optimizando las exenciones. Por este concepto el Perú recauda únicamente 1.9% del PIB vs. 8.6% promedio de la OCDE.
Segundo, reestructurar la tributación de las MYPE, eliminando el RUS y RER y elevando el tope de 15 UIT (donde se paga 10% de IR) del MYPE Tributario, igualmente delimitando el ingreso al régimen por tamaño más que por ventas. Asimismo, hacerlo más atractivo, mediante declaraciones simplificadas con periodicidad diferida. El objetivo es incentivar la formalidad y crecimiento de estas empresas que representan 99% del universo empresarial.
Tercero, racionalizar los gastos tributarios, que restan 2.2% del PIB al fisco, en su mayoría del IGV y que, según diversos estudios, en la práctica resultaron regresivos e inequitativos, contrarios al rol perseguido con su concepción. Cuarto, propender al cobro del Impuesto Predial sobre valor de mercado, además de fortalecer su relevancia en los gobiernos locales, reduciendo su dependencia del erario nacional. Su éxito dependerá de que en paralelo se active un programa de incentivo a la formalización de predios mediante el registro, titulización e inclusión financiera.
Quinto, gatillar quick wins que reduzcan la evasión y elusión tributaria. Por ejemplo, apuntalando la digitalización del sistema y captación impositiva (IGV) de los servicios digitales, respectivamente.
El segundo pilar, incentivo a la inversión privada, demanda evaluar en el mediano plazo la reducción del IR empresarial, el más dañino para el crecimiento según estudios de la OCDE. El último ranking de competitividad tributaria (ITCI) de Tax Foundation muestra que los países menos competitivos de la OCDE fueron los que impusieron mayores impuestos a la renta corporativa. Sugerimos, igualmente, multiplicar los convenios de doble tributación, particularmente con socios estratégicos.
Finalmente, como tercer pilar, la simplificación y uniformización del sistema. El último lugar de Italia en el ITCI se sustenta no solo en el carácter distorsionador y discrecional de su política tributaria, al poseer impuestos, por ejemplo, a la riqueza y transacciones financieras, sino en la alta carga burocrática del sistema. En el Perú, esto implicaría un big push de simplificación regulatoria, alineando incentivos y eliminando barreras antitécnicas en todos los niveles de gobierno.
Cerramos invocando accionar las LITE conjuntamente para reducir la informalidad y generar crecimiento, fundamentales para potenciar la recaudación.
Fuente: Gestión