Por: Carlos Cadillo Ángeles, Socio de Miranda & Amado Abogados.
Estamos viviendo un contexto de cambio a nivel político que tendrá un impacto en nuestra sociedad, del cual no se escapa el ámbito laboral, sea en las relaciones entre trabajadores y empleadores y de estos frente al Estado.
En este escenario existen tres aspectos que serán claves para afrontar este contexto: la experiencia, la preparación y la prevención. Primero, los trabajadores y empleadores han afrontado situaciones críticas: pérdida de empleo o crisis económicas, respectivamente; cambios en las “reglas de juego”, producto de normativas que se adoptan tras los cambios de gobierno y distintas políticas en un mismo gobierno; el impacto de la pandemia, con restricciones de actividades e inmovilización y nuevas reglas de convivencia frente al riesgo biológico.
Además, en el caso de los empleadores, se mantienen sujetos a la presión laboral mediante fiscalizaciones laborales y a los criterios de las autoridades laborales, que no son uniformes o no acompañan a las decisiones o las necesidades del negocio.
Frente a estas situaciones, han primado la resiliencia y la adaptación, así como las buenas prácticas en beneficio de los trabajadores, el ambiente de trabajo y el fortalecimiento de las relaciones laborales.
Son tareas nada fáciles, pero es un mérito a la fortaleza y el esfuerzo individuales, combinados con la colaboración o el apoyo de los demás. Segundo, la respuesta de los empleadores puede ser espontánea o preparada. En el primer caso, como no existen metas claras ni acciones organizadas, la improvisación puede generar mayores costos o riesgos en el negocio, así como afectarse el ambiente de trabajo o incurrir en incumplimientos laborales.
En el segundo, las metas están definidas, se involucra a los trabajadores, las acciones avanzan de forma ordenada, se detectan los riesgos del negocio o legales y estos últimos se contienen, corrigen y gestionan. Por ello, lo recomendable es que los empleadores delimiten las metas de corto, mediano o largo plazo, cuenten con un plan, determinen a los responsables de su ejecución y cumplimiento, y lo desplieguen adecuadamente a todo el personal.
Paralelamente, es necesario actualizar los reglamentos, las políticas y los contratos alineados con estas metas, realizar el seguimiento respectivo y recoger los aportes de los trabajadores. Por ejemplo, si existirán cambios en el modelo de negocio, la organización o los perfiles serán de mejor implementación y aceptación en la medida en que existan reglas o acuerdos flexibles al interior de la organización, con comunicación adecuada y clara hacia los trabajadores. Y, por último, en un contexto de cambio, se mantendrán activos los conflictos laborales. Pueden darse mediante reclamos laborales individuales o colectivos a nivel interno o de forma directa, o canalizarse mediante la inspección laboral, los procesos judiciales, las negociaciones colectivas u otros mecanismos de solución.
La respuesta es el monitoreo de los gatilladores de conflictos y detectarlos antes de que escalen, realizar auditorías que verifiquen el cumplimiento legal y estar preparados para encontrar soluciones o gestionar las contingencias. Así, se podrán gestionar las situaciones críticas, manteniendo relaciones laborales sostenibles o afrontando y superando cualquier reto legal que se presente.
Fuente: El Peruano