El nuevo Congreso 2021-2026 se reúne este lunes para su primera votación importante: la elección de su Mesa Directiva. Tres listas —una oficialista y dos opositoras— se han inscrito en busca del control legislativo. El resultado será clave para la correlación de fuerzas frente al gobierno del presidente Pedro Castillo.
Si nos guiamos por los votos que suma cada lista, los cálculos lucen parejos para las listas multipartidarias: la oficialista de Perú Libre tiene 50 en total y la opositora de Acción Popular, 43. Renovación Popular cuenta con 12 integrantes pero su formula no tendría asegurados todos sus votos, pues Norma Yarrow anunció que no la respaldará. Esto último responde a que la lista de Montoya fue inscrita sin el consentimiento de todo el grupo parlamentario.
En ese escenario, la balanza será inclinada por las bancadas que no integran las fórmulas, pues se necesita la mayoría simple de los concurrentes para ganar (66 si asisten los 130). La única bancada con el peso suficiente para inclinar esa balanza es Fuerza Popular, que cuenta con 24 miembros. Al respecto, el secretario general del fujimorismo, Luis Galarreta, anunció que respaldarán la lista liderada por Maricarmen Alva, de Acción Popular.
Con el voto en bloque del fujimorismo, la lista de Alva podría llegar hasta 67 votos. Además, se deberá resolver el pedido de Avanza País para declarar improcedente la lista oficialista, debido a que inscribieron a Flor Pablo como “no agrupada”, cuando el reglamento estipula que debe integrar una bancada. La formalización como integrante de una bancada ocurrió recién ayer, tras el anuncio de unión entre el Partido Morado y Somos Perú.
En los últimos cinco años, la oposición logró imponerse en la conducción del Parlamento, y la relación con el Poder Ejecutivo no fue la mejor. Se vacó a dos presidentes; se interpeló, censuró y negó la cuestión de confianza a ministros; y dos congresistas —Manuel Merino y Francisco Sagasti— asumieron el gobierno de transición.
“Resultaría importante para el oficialismo que Perú Libre obtenga alguna representación en la Mesa Directiva del nuevo Congreso; quizá no la presidencia, pero sí una presencia y con partidos aliados. Esto, no solo para tener una vía en el escenario más extremo, sino también para darle espacio de gobernabilidad a un gobierno que inicia debilitado por la polarización”, comenta la politóloga Kathy Zegarra.
El exoficial mayor del Congreso, César Delgado Guembes, recuerda que el Congreso tiene el rol de “legitimar al gobierno” (vía el voto de investidura, por ejemplo) y, a la vez, el de ejercer control político. Por tanto, advierte que lo ideal de las Mesas Directivas es que, pese a representar a ciertas bancadas, no incurran en un uso parcializado de su poder.
“Si las fuerzas políticas fragmentadas en el Congreso inciden más en el control político que en la legitimación, lo que podríamos tener es otro escenario como el vivido en el periodo 2016-2019. Pero, si al revés, empieza un Parlamento que legitima plenamente al gobierno como si tuviera mayoría, lo que va a mermar es la capacidad y la responsabilidad de hacer control si el Ejecutivo abusara de sus atribuciones”, indica.
Fuente de algunos privilegios
El exoficial mayor del Congreso, César Delgado Guembes, explica que el poder en la Mesa Directiva “no es omnímodo porque, al final, todo se decide por votos del pleno”. Sin embargo, sí advirtió que los partidos que la integren pueden acceder a ciertos privilegios, como la agilización de temas o debates que particularmente les interesen.
“Lo que el Consejo Directivo dispone para orden del día o lo que aprueba la Junta de Portavoces puede ser priorizado o seleccionado discrecionalmente por la presidencia del Congreso para que entre en la agenda de debate. También decide sobre los tiempos para el envío de autógrafas de ley al Ejecutivo o de las aprobaciones por insistencia, por ejemplo”, dijo el especialista.
Además, cada vicepresidencia tiene una función determinada. La primera vicepresidencia, por ejemplo, es la encargada de decidir a que comisión es derivado cada proyecto de ley. Asimismo, tienen adscritas ciertas oficinas, como la tercera vicepresidencia que controla el Fondo Editorial.
En una entrevista con El Comercio, la saliente presidenta del Congreso, Mirtha Vásquez, denunció que el Congreso se convirtió en “una agencia de empleos” y contó que el segundo vicepresidente Luis Roel le solicitaba contratar a miembros de su partido.
¿Alianzas fugaces?
El Parlamento 2021-2026 ingresa fraccionado en diez bancadas relativamente pequeñas. Además, las fuerzas políticas opositoras llegan ya aliadas desde la campaña (Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País), lo que supondría un frente con mayor inclinación confrontacional.
Sobre lo que pueda significar una alianza con el oficialismo o con la oposición para una Mesa Directiva, los especialistas consultados remarcaron que la debilidad de los partidos políticos, tendientes a seguirse atomizando en el Legislativo, no garantiza compromisos de largo plazo. Inclusive, se pueden ir rompiendo conforme avance la primera legislatura.
“No sabemos qué tan sólidos serán los partidos esta vez o si habrá congresistas que dejen sus bancadas con el tiempo. Entonces, lo que tenemos, en realidad, solo son partidos que se han querido poner de acuerdo para ganar la Mesa Directiva. Nada más. En cuestiones del Congreso, suele primar el acuerdo tema por tema. No hay cohesión ni disciplina política y prima la impredictibilidad”, explica Delgado Guembes.
La politóloga Kathy Zegarra sostiene que un factor trascendental en el nuevo Congreso es la falta de experiencia política o parlamentaria, lo que podría generar crisis internas o manejos inadecuados de eventuales conflictos o negociaciones.
“Es típico que partidos, incluso los relativamente cohesionados, terminen por fragmentarse ya dentro del Congreso. Entonces, tanto la oposición como los partidos aparentemente más próximos al partido oficialista pueden irse quebrando, y eso, en ciertos casos, puede afectar votaciones, dependiendo del contexto en el que se partieron los grupos. Ahora, otra cosa que me parece importante de destacar es que la mayoría de los nuevos congresistas no tiene experiencia parlamentaria, y eso puede abonar a que se profundicen los desentendimientos”, recuerda Zegarra.
El ‘parteaguas’ de la asamblea constituyente
El principal ofrecimiento de campaña de Perú Libre fue el viabilizar la redacción de una nueva Constitución. Sus congresistas ya han expresado posturas a favor de impulsar un proceso constituyente a través de una asamblea plurinacional. El tema no escapa de la disputa por la Mesa Directiva. De hecho, es central tanto para los partidos opuestos a este cambio íntegro de la Carta Magna como para Perú Libre, que buscará acondicionar el escenario para ese debate.
“Ya de por sí, por la fragmentación del Congreso, el tema de la asamblea constituyente parece tener pocas posibilidades. Considero que llevarlo a competencia para la Mesa Directiva no generaría buen resultado para quien así lo busca. Es válido que Perú Libre y otros políticos impulsen esta idea, pero en este momento, de inicio de gobierno y de gestión parlamentaria, dificulta el diálogo político y el consenso que se requiere”, estima la politóloga Kathy Zegarra.
El experto en temas parlamentarios, César Delgado Guembes, coincide en que la idea de la asamblea constituyente complejiza la oportunidad para que gane la lista oficialista para la Mesa Directiva.
“La propuesta de la asamblea constituyente o la del referéndum para una nueva Constitución, efectivamente, pueden formar una línea divisoria entre un sector del Parlamento y otro. En este escenario atomizado, Perú Libre, siendo una fuerza política solo un poquito más grande, con 37 congresistas, y teniendo aliados contados, no puede ir muy lejos con esa propuesta”, sostuvo.
Fuente: El Comercio