Con ocasión del cargo de miembro del Tribunal Constitucional (TC) (a término por cinco años, conforme lo establece el artículo 201 de la Constitución) se tiene una ocasión estupenda para conocer de verdad a las personas (supongo que cuando lo deje también y mejor).Así, de pronto, cuando asumí la función algunos “amigos” (en realidad, muy pocos; la mayoría actuó con genuina caballerosidad) se comunicaban con mi secretaria para pedirle que querían saludarme personalmente.
Concedo la entrevista y después de las congratulaciones de rigor, dispara el cañoncito de miniatura (como en la jugosa tradición que sobre el célebre obsequio a Ramón Castilla relata Ricardo Palma): se trata del expediente tal.
Me mortifica, no sé cómo esconder mi malestar.
Con fría cortesía acompaño al “amigo” a la puerta.
Le explico que para tratar de un caso preferiría que estuviera presente también la parte contraria. Gracias de todos modos por la visita.
Existen también otras estrategias que emplean los “amigos” para llegar
al juez. Puede ser una reunión casual, un cóctel gremial, un almuerzo colectivo, la presentación de un libro, la salida de una clase, etcétera. que el letrado (en realidad, más abogado que amigo) aprovecha para abordar al magistrado, o incluso a su esposa o a sus parientes para hablarle de un caso.Una persona cercana me relató que un abogado se ofreció a llevarla en su vehículo y luego descubrió que el propósito no era otro que sugerirle el sentido del fallo.
El magistrado, cualquiera sea su jerarquía, debe estar atento.
La gente que de verdad lo aprecia no mezclará jamás la amistad con un asunto litigioso.
Será también la ocasión para distinguir la paja del trigo y diferenciar entre el oportunismo y la consecuencia.
El Peruano