Escribe: María Elena Guerra Cerrón
(Fiscal Superior)
Hace varios años escribí este comentario en Legal Express de Gaceta Jurídica, y me parece oportuno reproducirlo.
Hoy el prestigio y la credibilidad de la comunidad judicial se ha vuelto,más que nunca, el tema del día. Aunque se pretenda decir lo contrario, los hechos aún investigados, son casos aislados que de manera alguna pueden dar motivo a la generalización que pueda mellar la dignidad del resto de magistrados que como personas tienen derechos fundamentales. Sin duda de acreditarse responsabilidades la sanción debe ser ejemplar , no sólo por haberse afectado el bien jurídico “Correcta Administración de Justicia” sino más que nada por la violación al deber de lealtad, probidad, veracidad, honradez y buena fe que se debe al cargo, a la institución y a la ciudadanía.
En este contexto se recuerda la frase “Otorongo no come otorongo” que es como se suele calificar al autocontrol funcional relacionado al supuesto de ineficacia sancionadora de conductas contrarias al deber en el cargo lo que generaría impunidad.
No se sabe con certeza de dónde proviene la asociación con el otorongo pero sí que surgió en el entorno congresal. Es curioso que se haya escogido al otorongo para significar una actitud negativa resultado de un “falso espíritu de cuerpo” ante hechos deplorables y reñidos con el orden jurídico , la ética y la moral, y no se haya escogido otro animal como “perro no come perro» o tal vez como se dice en otros lugares «entre bomberos no se van a estar pisando la manguera».
El otorongo es un Jaguar (pantera onca) de la Selva Amazónica. Éste ha sido objeto de inspiración de varios cuentos populares en los cuales se resalta su poderío, fuerza y la dificultad para ser capturado y eliminado. Dante Castro ha escrito un cuento popular “Otorongo” y describe a éste, de manera general, como un felino grande y hermoso imposible de hacerle frente. Es lamentable que la fuerza avasalladora de este felino haya sido asociada a la protección de conductas negativas, cuando debería ser lo contrario, tal fuerza debería ser la insignia de combate en la lucha contra la corrupción.
Por otro lado tenemos al cangrejo que es un molusco de tamaño pequeño, sin la fortaleza del Otorongo sobre el que Enrique Castillo escribió un artículo en el año 2004 que denominó “Otorongo no come otorongo, pero peruanos sí se comen entre peruanos”.
Castillo señala que se trata de un cuento popular que reseña que alguna vez se colocaron en dos ollas diferentes algunos cangrejos. En una olla estaban los cangrejos alemanes mientras que en la otra olla estaban los cangrejos peruanos. La primera estaba tapada y la segunda no tenía tapa.
Al interrogar al dueño de las ollas sobre el porqué de esta diferencia, señaló que la olla de los cangrejos alemanes tenía que estar tapada porque entre ellos se ayudaban, y era muy probable que con esfuerzo mancomunado pudieran escapar. En cambio, la olla que albergaba a los cangrejos peruanos podía estar destapada, sin riesgo de fuga alguna, porque cada vez que uno de ellos intentaba escapar todos los demás lo impedían jalándolo y hundiéndolo, y continúa escribiendo que parece mentira que los peruanos tengamos que cuidarnos de los peruanos.
Finaliza opinando que es increíble que los principales enemigos de los peruanos sean los mismos peruanos y que Otorongo no comerá otorongo, pero hay que ver cómo los peruanos sí se comen entre peruanos.
Singularmente,como hemos visto, la fuerza y majestad del Otorongo se ha asociado a un medio de protección de actitudes negativas que deben ser destruidas y que debido a tal vigor es que la repudiada corrupción estaría sobreviviendo de una generación a otra, mientras que un par de cangrejos sin la fuerza del otorongo resultan suficientes para destruir actitudes positivas cuando un peruano desea salir de la olla y salvarse, lo que puede ser interpretado como cualquier actitud positiva incluyendo aquella que buscaría romper paradigmas tradicionales inadecuados.
Aún cuando estas versiones del Otorongo y de los cangrejos son en metáfora, no deja de preocupar que en verdad podríamos estar conviviendo con otorongos y cangrejos.
La lucha contra la corrupción es indiscutible bajo el presupuesto de la individualización de los sujetos responsables. Hay que evitar la generalización que tiende al desprestigio de las instituciones.
Finalmente, debo agregar que cuando escucho opiniones o leo los posts en facebook respecto a la función jurisdiccional y a la función fiscal, pienso en el momento que un grupo de personas sentadas frente a un televisor miran un partido de fútbol, todos son expertos, todos parecen dominar las técnicas del deporte, todos opinan, todos dirigen desde sus asientos a los jugadores señalando cuál es en su criterio la jugada perfecta; si se mete un gol celebran y se alegran, pero si se falla la jugada y se pierde el gol, destruyen con sus palabras al jugador y a todo el equipo. Yo me pregunto: ¿ todos los que miran el partido de fútbol, habrán jugado alguna vez en una cancha profesional?, ¿sabrán realmente de deporte?, ¿si se les contrata como entrenadores, sabrán qué hacer?
Hay algo de cierto en la frase: los peruanos sí se comen entre peruanos.