Por: Ljubica Vodanovic, socia de Vodanovic Legal
El mes pasado, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, hizo una afirmación tan contundente como importante: “Las FinTech son el mecanismo más eficiente y efectivo para luchar contra la informalidad en América Latina y el Caribe”. Agregó que en una región donde menos del 50% de la población está bancarizada (exclusión financiera), el auge de las FinTech puede suponer un nuevo mecanismo para formalizar los mercados y potenciar significativamente la inclusión financiera.
Es una declaración que hace más evidente un fenómeno mundial que ya se estaba dando hace pocos años, antes de la pandemia, y hoy, en plena pandemia, se ha acelerado y multiplicado. Estamos frente a un auge de los servicios financieros digitales en todo el mundo y que se ha encarnado en el modelo de negocio denominado FinTech, que en palabras simples significa prestar y facilitar servicios financieros (Fin) mediante el uso intensivo de la tecnología (Tech).
Son cuatro elementos que explican este boom: El gran desarrollo de la tecnología, el uso masivo del celular (en el Perú, según el INEI, más del 90% de personas tiene uno), el cambio de comportamiento del consumidor por la pandemia (según Minsait, el 60% de usuarios de América Latina que prueba un medio de pago digital ya no vuelve a usar uno físico) y, finalmente, el alto nivel de exclusión financiera en el Perú y la región, que superan el 50%.
Un ejemplo de lo que está pasando es la FinTech brasileña Nubank. Según indican Angela Strange y Matthieu Hafemeister (*) por su escala, crecimiento y velocidad, Nubank se ha convertido hoy el neobanco más grande del mundo. Se trata de un Unicornio con 33 millones de clientes y una valoración de 25,000 millones de dólares. Pasó de poco más de un millón de aplicaciones en el 2016 a más de 30 millones en pocos años. El secreto de Nubank, según estos autores, es que vieron las enormes oportunidades que tiene América Latina para servicios financieros de todo tipo, dada la estructura de nuestros sistemas financieros, que no llegan a las mayorías.
Coinciden en que América Latina está experimentando una explosión de actividad FinTech, pero advierten que esto es solo el comienzo.
¿Qué es? Es importante explicar de qué se trata. Lo primero es precisar es que una FinTech no es una empresa sino un modelo de negocio que puede ser adoptado por empresas de todo tamaño: a) Pequeñas Start-Up; b) Grandes bancos y financieras convencionales; y c) Las grandes empresas de tecnología (BigTech) como Amazon, Google, Alibaba o Alipay, y otros. Todos ellos pueden ser una FinTech o tener productos FinTech específicos. A diferencia de un banco que concentra un conjunto de actividades financieras prestadas simultáneamente de forma física, las FinTech apuestan por servicios específicos y especializados como transferencias, pagos, remesas, casas de cambio virtuales, préstamos en línea, crowdfunding, factoring, asesoría financiera, etcétera.
Las FinTech no usan dinero en efectivo. Son 100% virtuales. No requieren la presencia física del cliente para brindarle servicios financieros. Sus soluciones financieras permiten agilizar pagos, otorgar préstamos e intermediar necesidades de liquidez con oferta de financiamientos.
Con una mixtura de soluciones tecnológicas de identidad, validación, riesgo crediticio y sistemas antifraudes, las FinTech implementan sus negocios con riesgos reducidos y generan confianza del público. Son flexibles, con infraestructura ligera, lo que les permite adaptarse fácilmente a las necesidades del mercado.
Y un aspecto resaltante: Su foco es la inclusión financiera. Muchos quieren llegar al consumidor no atendido por el sistema convencional, especialmente a los informales, que requieren ayuda urgente pues representan gran parte de la Población Económicamente Activa (PEA) y, generalmente, no están dentro de las políticas públicas prioritarias de los gobiernos.
En este proceso, destaca el caso de los bancos. Muchos se han subido a la ola y ya están desarrollando iniciativas FinTech. Yape, por ejemplo, es una FinTech del Banco de Crédito (BCP) que hoy atiende a más de 7 millones de usuarios (de ellos 1.5 millones fueron personas que no tenían cuentas previas). Pero lo pueden hacer solos o en alianzas colaborativas con Start-Up.
Considero que el futuro aquí es que se potenciarán las alianzas e integraciones entre bancos y FinTech, priorizándose la generación de valor a favor del usuario y de la industria en su conjunto. Alrededor de este fenómeno surgirán figuras como los “neobancos” que es la unión de una FinTech y un banco para prestar servicios financieros; y el “banking as a service” que permite a los bancos habilitar sus plataformas para que las empresas FinTech puedan desarrollar servicios financieros para sus clientes.
El avance de las FinTech ha dado nacimiento a los denominados “Unicornios”. Empresas FinTech que, con soluciones innovadoras, se han convertido en multilatinas y valen más de un billón de dólares.
Destacan, por ejemplo, además de Nubank, la FinTech Bitso que opera en México y Argentina; también a Ebanx en Brasil. Uruguay también ya tiene su primer unicornio: dlocal. Se trata de empresas que, a través de la tecnología, atienden preferentemente a la población excluida. Por ejemplo, brindan créditos a micro y pequeñas empresas que no estaban en posibilidad de acceder por falta de historial crediticio o a personas que no tenían una cuenta bancaria, pero necesitaban hacer pagos y transferencias en el día a día y hoy pueden hacerlo desde su billetera electrónica incorporada al celular.
Adicionalmente, cada vez se observa un mayor interés de empresas no bancarias por incursionar en servicios bancarios, tales como Apple con su ApplePay, Alibaba con Alipay, entre muchas otras.
Políticas públicas y regulación
La innovación financiera que traen las FinTech debe ser acompañada con las herramientas legales necesarias para lograr objetivos prioritarios para nuestros países: Aumentar la inclusión financiera, promover la formalización de la economía y, progresivamente, dejar de usar dinero en efectivo para reducir actividades ilícitas. En ese sentido, al sector público le toca generar políticas públicas que cumplan estos objetivos, para lo cual se requiere ampliar la conectividad, potenciar la educación financiera digital, ofrecer seguridad y confianza frente a los nuevos riesgos que se generan en el mundo digital. Pasaremos progresivamente de una regulación financiera cuyo foco era y es mantener un sistema sólido y estable, a enfatizar en normas que promuevan la innovación y fomenten la competencia, de cara a ampliar la oferta de servicios financieros para nuestro país.
Un punto importante en el crecimiento de las FinTech será estandarizar principios y criterios comunes en Latinoamérica para impulsar un mercado FinTech regional. Principios como la regulación flexible y proporcional a los riesgos, regular en función de la actividad o negocio y no del agente que lo realiza, normas que fomenten la innovación y que sean neutrales a la tecnología, son principios que van ganando espacios, como en los países de la Alianza del Pacífico.
En cuanto a metodología, la ruta ideal es aquella donde la regulación es participativa, cocreativa y que se nutra de la propia industria Fintech, en mesas de trabajo público-privado, que incluya a expertos y a los principales agentes involucrados, además de tomar decisiones basados en evidencia.
En el caso del Perú, la ruta de la regulación va por buen camino pues se está regulando en función al avance de la industria y a los riesgos proporcionales que genera. Así, se ha empezado por segmentos específicos (dinero electrónico, crowdfunding, sandbox y, próximamente, criptomonedas). Todavía nos queda hacer mejoras en la interoperabilidad para incluir a todos, en lograr una mayor coordinación entre el Banco Central de Reservas (BCRP), la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS), la Superintendencia del Mercado de Valores (SMV) e Indecopi y también en poner un piso parejo para todos los actores del sistema, con flexibilidad y modernización de las normas.
El sector privado también tiene un rol para seguir impulsando este fenómeno positivo. Las empresas, los bancos, las corporaciones, las Startup y las Big Tech deben seguir apostando por poner al consumidor final como su foco principal, especialmente al no incluido. Asimismo, enfocarse en idear soluciones que generen valor al usuario y que les permitan tener servicios ágiles hechos y pensados en las necesidades reales de los consumidores.
También deben seguir trabajando en su cambio cultural, en el desarrollo del talento, la tecnología, la ciberseguridad, la gestión de riesgos y el cumplimiento normativo, elementos que serán claves para generar más confianza.
Fuente: Jurídica (El Peruano)
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(*) El boom de las fintech en América Latina, en: https://a16z.com/2021/04/13/latin-americafintech/