Momento para repensar el Perú

Paul Montjoy Forti

Por: Paul Montjoy Forti, Asociado del Área Administrativa García Sayán Abogados. 

La Revolución Francesa, así como la revolución de independencia de Estados Unidos, dejan lecciones que valen la pena mirar como país, advierte el autor de este artículo. Así, invita al lector, en la coyuntura, a repensar el país que todos queremos teniendo en cuenta que tales lecciones constituyen insumos a partir de los cuales se puede construir un modelo en el que se respeten los derechos fundamentales de todos.

En 1794, ante una Place de la Concorde abarrotada de almas hilarantes que gritaban insultos, cayó la guillotina sobre el cuello blando de Robespierre. Él mismo había mandado a matar a miles de hombres durante el período del terror de su revolución, cuando esta se alejó de la idealista Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El jacobino se traicionó a sí mismo y el ideal de la igualdad excesiva terminó por crear uno de los regímenes más sangrientos de la historia, que fue detenido y sustituido por la también sangrienta dictadura de Napoleón. Influía en aquellos tiempos las ideas del suizo Rousseau, quien planteó que la voluntad general está por encima de la libertad individual y que el Estado está obligado a proveer al ciudadano. Para él, cualquier forma de gobierno era legítima con tal que se ejerza dentro de los parámetros de la ley colectiva.

La puesta por la excesiva igualdad llevó a los jacobinos a incentivar el odio por todo aquello que no fuera “revolucionario”, así se estableció un discurso de ricos versus pobres, izquierda versus derecha, revolucionarios versus contrarrevolucionarios, lo que terminó con la ejecución de miles de personas en las provincias francesas solo por pensar diferente. Robespierre llegó a pensar que todo lo que sea necesario para mantener la vida debe ser propiedad común, mientras que la propiedad privada debía ser relegada a los asuntos accesorios. Esto fue mirado con horror desde el Reino Unido, que logró años antes la Revolución Gloriosa, en la cual impusieron de forma pacífica límites a su monarquía absoluta; como firmes defensores de la propiedad privada, vieron el ejercicio francés como un desastre. Claro que el tiempo hizo lo suyo: maquillar la historia.

Opuesto

Por su lado, la revolución de independencia de Estados Unidos fue todo lo contrario. Para John Adams, uno de los padres fundadores, las ideas de Rousseau no eran más que un razonamiento absurdo. Fueron las ideas de Jhon Locke, uno de los padres del liberalismo clásico, las que influenciaron el movimiento revolucionario americano. Para él, el Estado tenía que proteger cuatro derechos: la vida, la libertad, la propiedad privada y el derecho a proteger dichos derechos, mediante un consenso o constitución. Establece que es en el Parlamento donde se expresa la soberanía popular y, entre otras cosas, describe la separación de los poderes Legislativo y Ejecutivo, así como la libertad religiosa, lo que no existió en el proceso francés, donde se intentó abolir cualquier idea religiosa. Mientras los franceses guillotinaron a Luis XVI por traicionar ‘los ideales de la revolución’, los norteamericanos denunciaron a Jorge III por haberse comportado como un tirano al subir una serie de impuestos a los colonos. La Revolución Americana tuvo como principio oponerse al dictador porque limitaba la libertad de los colonos, mientras que la Revolución Francesa mandó a aniquilar a miles de personas por no pensar igual que la cúpula que dirigía el dictador Robespierre.

Las ideas de Rousseau que influyeron en la Revolución Francesa terminaron aterrizando en el marxismo, que es padre de ejercicios similares al francés, como la revolución bolchevique, maoísta, pol potista, castrista y, por qué no, la que Abimael Guzmán quiso implantar en el Perú, todas movidas por el odio, el terror y los ideales colectivos por encima de la libertad individual. Mientras que las ideas de Locke promovieron los ideales democráticos del mundo occidental que permitieron rescatar a millones de personas de la pobreza, aunque el sistema diste de ser perfecto.

No se puede negar la influencia francesa en el Perú; de hecho, somos más herederos de Francia que de los anglosajones. Ambas revoluciones dejan lecciones que valen la pena mirar como país. Ahora que estamos en una de las peores crisis económicas de nuestra historia tenemos que empezar a repensar el país que todos queremos. Sobre todo, cuando vemos que las malas ideas del pasado, aquellas que se mueven a través de los odios y de la confrontación (minería versus agua, pobres versus ricos, progresismo versus cristianismo, peruanos versus venezolanos, hombres versus mujeres), surgen como antorchas electorales. Tal vez con la cabeza más fría podamos entender que dichas ideas no son contrarias, que se puede construir un modelo en el que se respeten los derechos fundamentales de todos. Quién sabe si hemos estado admirando a lo largo de nuestra historia a la revolución equivocada.

Fuente: El Peruano

Written by Miguel Ampudia Belling

Abogado por la UNMSM. Maestrando en Gerencia Pública por la Escuela de Posgrado - Universidad Continental. Miembro fundador del Grupo de Estudios de Derecho Mineroenergético – GEDEM. Director de Peruweek.pe.
(Contacto: +51 980326610 | peruweek@peruweek.pe)

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